martes, 27 de enero de 2015

Ortografía

La cuestión de las faltas de ortografía en los alumnos de la ESO y Bachillerato no es un tema baladí, y debería confabular en su contra a todos los departamentos de los institutos, y no sólo –como viene siendo habitual–, al departamento de Lengua Castellana y Literatura. El uso adecuado de las reglas ortográficas no es un capricho docente, ni se circunscribe a la vida en el aula. Se trata, en realidad, de un asunto de calado, que traspasa las fronteras de los centros escolares. El respeto a la ortografía revela –o no– una querencia por las normas con que nos hemos dotado para construir y mantener nuestra civilización. Esa, precisamente, que amenaza con derrumbarse por la pérdida absoluta de valores. Y creo que el claustro algo tiene que ver con tamaño hundimiento. Vivimos en una sociedad permisiva, donde todo vale, donde las formas carecen de importancia. Nosotros profesores y maestros deberíamos ayudar a revertir esa deriva involucrándonos en el respeto a las normas y a los límites. En nuestras manos está que los alumnos sean jóvenes cuidadosos, atentos al matiz de la experiencia, sensibles a su entorno. Y para ello, como decía, todos los departamentos deberían observar el respeto a las reglas ortográficas. En algo tan pequeño se cifra nuestra interacción con el mundo. Es un síntoma de nuestra personalidad social. Con mujeres y hombres más atentos al detalle de lo pequeño, tendremos ciudadanos más respetuosos con el mobiliario urbano, con las normas de seguridad vial o con la vida ajena. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario